
miércoles, 14 de diciembre de 2011
miércoles, 23 de noviembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Nueva antología
jueves, 10 de noviembre de 2011
Noche de los museos
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Prólogo al libro de Jorge Hardmeier

En uno –que me recordó a los cuentos japoneses de fantasmas-, el narrador repite varias veces a lo largo de la historia: “Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho”, y esta frase o esta idea, en cierto modo, atraviesa todo el libro: se muestra para no decir, se muestra algo para ocultar otra cosa y es el lector quien debe reponer lo que falta, descubrir lo que se esconde.
Y en estos tiempos en los que los lectores engordamos de tanta literatura pre-cocida, se agradece que nos pongan en movimiento y nos hagan trabajar un poco.
domingo, 2 de octubre de 2011
Feria del libro

sábado, 1 de octubre de 2011
jueves, 22 de septiembre de 2011
Por fin la primavera
sábado, 20 de agosto de 2011
Revista Cuatro cuentos
Cuatrocuentos #14
Con textos de Ramón Cote Baraibar (Colombia), Selva Almada (Argentina), Norberto José Olivar (Venezuela) y Juan Patricio Lombera (México). Además, Elsa Drucaroff recomienda Ruda macho, de Enzo Maqueira (Argentina).
El llamado, de Selva Almada
Era una mañana soleada. Aunque ya había comenzado el invierno, la temperatura era agradable, todavía otoñal.
Lidia Viel tomaba un café negro sentada a la mesita de la cocina. Desde allí, por el gran ventanal que daba al jardín, observaba al muchacho que cortaba el césped. Él y su hermano hacían trabajos de jardinería en el barrio. Lidia Viel los llamaba una o dos veces al mes, dependiendo de la estación. En el verano venían hasta tres o cuatro veces en un mes porque también se ocupaban de mantener la pileta. Casi siempre venía este, Juan, y cuando no podía lo reemplazaba el hermano. Lidia lo prefería a Juan. El otro le daba la impresión de estar siempre apurado y algunas veces dejaba cosas a medias. (Completo aquí.)
sábado, 6 de agosto de 2011
Lo que leí [7°Argentino de Literatura]
Vestía un modelo de tarde de un gris muy claro. Era un traje abotonado de arriba abajo, con solapitas y cuello camisero. Un cinturón del mismo color, muy estrecho, anudado a la cintura con un simple nudo. Calzaba altos zapatos. En torno a la garganta lucía un pañuelo de seda natural, verde y negro, formando un conjunto muy fino con el resto de su indumentaria.
Llegó un poco jadeante como si hubiese corrido mucho. Llevaba el cabello rojizo muy corto, peinado sencillamente, formando una melenita, con las patillas saliendo hacia la mejilla y un mechón de pelo sobre la frente. Los ojos tan verdes. Aquella boca suya que sabía a beso. Aquel palpitar de su pecho… Todo en ella denotaba la gran emotividad que sentía y no podía reprimir en aquel instante.”
A los siete años, tumbada en mi cama a la hora de la siesta y apretando el librito ajado y amarillento, canjeado en el quiosco de revistas, yo soñaba con ser como esta o cualquiera de las muchachas de Corín Tellado.
A mi madre le encantaban sus novelas así que siempre había dos o tres dando vueltas por la casa hasta que iba al canje y traía otras dos o tres, igualmente ajadas y maltrechas, con argumentos parecidos, pero tan fascinantes para mí: vestidos de gasa, cócteles en parques con piscina, bocaditos de salmón, besos fogosos, hombres que cuando sonreían enseñaban “un poco los dientes de lobezno hambriento”, hombres “crueles y despiadados”, que “calaban hondo”. Ella me permitía leerlas; en realidad, nunca me prohibió leer tal o cual cosa, y además me había contado que cuando era adolescente el abuelo Antonio –que murió cuando yo era muy chica- no la dejaba leer ese tipo de libros y que ella lo hacía a escondidas. Su anécdota, entonces, le agregaba un plus: estaba compartiendo con mi madre una especie de travesura.
Nota completa click!
miércoles, 27 de julio de 2011
Revista Debate
Por Hernán Ronsino
Llegan de diversas provincias a los mejores sellos editoriales de aquí y de España, sus historias transcurren en sus pueblos y escriben con voz y acento propio: la nueva literatura argentina, con Ricardo Romero, Hernán Arias, Selva Almada y Carlos Busqued, trae una promesa de renovación interior. Nota completa aquí.
domingo, 24 de julio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
domingo, 22 de mayo de 2011
martes, 10 de mayo de 2011
En Monitor Interior charlando sobre el caso Sara Mundin
martes, 12 de abril de 2011
Talleres en Paraná

domingo, 10 de abril de 2011
Editoriales independientes

viernes, 25 de marzo de 2011
lunes, 14 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
Casualidad
-Sáquele, sáquele y que las vea el gobernador, que vea cómo nos tienen acá con ese basural lleno de moscas.
Me doy vuelta. Es una mujer joven y lleva una bicicleta de tiro, está por entrar a la casa de la esquina.
-Buen día... una pregunta, acá es dónde apareció el cuerpo de la chica Quevedo?
-No, no. Ahí tiraron el torso de la Maira Tévez, el año pasado. No, a la chica Quevedo la tiraron ahí enfrente-, responde y me señala otro baldío, podría decirse, un poco más amable, sin basura, sólo pastizales y algunos árboles achaparrados.
-Vos vivías acá en esa época?
-No, acá no había nada... me mudé después, cuando hicieron el barrio. Pero fue ahí. Mi marido fue uno de los que la encontró. Mi suegra siempre cuenta esa historia.
-Y él está ahora?
-Sí, está adentro con la nena... Espérese que le pregunto si quiere hablar con usted.
Mientras, voy al auto a buscar el grabador... acalorada y confundida con mi repentina buena suerte.
La mujer me hace pasar a la casa, pequeña, modesta, ordenada. Un hombre de unos 40 años le está dando de comer a una nena de 3. Le explico por qué estoy ahí. Él me dice que bueno, pero que no quiere problemas, que ya bastantes tuvo en aquellos años.
Y me cuenta la historia que es breve y sencilla: él y un amigo, adolescentes, estaban abriendo la boca en la represa, pescando a garrotazos nomás, cuando, de repente, medio escondido abajo de un árbol, vieron el cuerpo. Se pegaron el susto de sus vidas y salieron corriendo a buscar a un mayor para contarle lo que habían visto. El adulto llamó a la policía, etcétera.
Les agradezco y cuando estoy abriendo la puerta la mujer me vuelve a hablar del tema del basurero y las moscas:
-Acá a la tarde no podés sentarte ni a tomar un mate afuera de las moscas que hay...
Me quedo pensando en este hombre: 20 años después de lo que seguramente fue el hallazgo más tremendo de su vida, se anota en un plan de viviendas y, por sorteo, le toca una casa justo enfrente de donde encontró a la chica muerta. Y, por si fuera poco levantarse todos los días con vista a la antigua represa, unos años después, también enfrente de su casa, aparece un pedazo de otra chica.
jueves, 3 de marzo de 2011
Gitanas
Entonces, bajo la luz uniforme de una esquina, explota el color: dos gitanas gordas, de pelo largo, pañuelos, caravanas, pulseras, anillos, dientes, todo de oro. Me ven y se vienen como moscas a la miel.
-¿Te leo la suerte?
-No.
-¡Qué lindos ojos tenés! (La lisonja.)
¿De qué parte del pueblo sos?
-No soy de acá.
-Eso se nota. (¿Otra lisonja o qué?)
-Dejame que te lea la suerte.
-No.
-¿Sos evangelia? (La desconfianza o la burla.)
-No. Pero no me gusta que me lean las manos.
-Entonces comprame unas agujas.
-Bueno.
-Dame la mano que te la leo como amiga. (¿Que querrá decir "como amiga"? ¿Que sólo va a decirme cosas buenas?)
Agarro el paquete de agujas -la vieja canastita de cartón- y meto las manos debajo de las piernas para que no vaya a leérmelas de prepo.
-Dame que te leo la suerte de amiga.
-No. No quiero.
Masculla algo mirándome torcido y se van las dos. (¿Me habrá echado una maldición?)
Supongo que tendré que esperar un tiempo para saberlo. Por lo pronto ya tengo bastante infortunio con tener que esperar dos horas más en esta plaza donde hasta las ánimas se fueron a dormir la siesta.
jueves, 10 de febrero de 2011
Conversación
Acá hacía unos 27° y allá cerca de 40°. Me hablaba desde afuera de la casa, supongo que estaba en la vereda, por eso a veces la comunicación -de por sí baja- se perdía o se interrumpía porque Yogui saludaba a una vecina o a un conocido que pasaba por la calle.
Es un hombre amable, de unos 50 años según mis cuentas. Pese a su amabilidad, Yogui no parece sumiso, al contrario: se nota que es un tipo que no se calla nada, que no se cansa de pelear contra la justicia... en realidad, contra la injusticia, contra los jueces que nunca movieron un dedo para aclarar el asesinato de María Luisa.
Tenemos mucho para conversar, me dice. Y yo le creo y espero el momento de estar frente a frente, bajo el sol abrasador del Chaco.
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lunes, 24 de enero de 2011
Pueblo chico
Estas chicas -María Luisa, Andrea y Sara- fueron asesinadas hace más de 20 años y sus muertes siguen impunes.
María Luisa estuvo desaparecida un par de días y la encontraron violada y asesinada en una zanja; Sara estuvo desaparecida casi un año y de ella solo aparecieron sus huesos en el río Calamuchita; Andrea apareció muerta en su cama con una puñalada en el corazón. Nadie preso por estos asesinatos.
¿Cómo se vive en un sitio donde todos nos conocemos con la sospecha de que uno de nosotros es un asesino?
miércoles, 19 de enero de 2011
En la tele

por Canal Encuentro, este miércoles a las 22:30
200 años de literatura argentina: de Borges a Arlt, de Juan José Saer a Esteban Echeverría, entre otros destacados escritores, revisados por autores jóvenes contemporáneos que recién comienzan a hacerse un nombre entre los grandes de la literatura nacional. El ciclo desarrolla el contexto histórico de cada escritor, a partir de material de archivo que recorre desde 1810 hasta la actualidad. En cada episodio se destina un bloque a un escritor maldito, alguien que va a contramano del paradigma dominante en la época.
Repeticiones:
Miércoles: 04:00
Jueves: 17:30
Viernes: 06:30
Sábados: 19:30
Domingos: 05:00 / 08:30